La clave sería despegar a la clínica de niños de su subordinación -en el plano clínico y teórico- al adultocentrismo.
Hay que reivindicar a la clínica de niños, caracterizándola como algo más que una especialidad técnica. Porque se trata de partir de una experiencia plena de frescura desde el encuentro con el niño y su singularidad.
Hay que dejar que los encuentros clínicos con los niños les hagan preguntas a los procedimientos clínicos ya instalados y a los conceptos tradicionales ya establecidos.
Desde la experiencia con los niños, la percepción del material del adulto se hizo mucho más rica, y ganó en profundidad, pudiendo adquirir una flexibilidad distinta para el manejo de situaciones. Es decir, que la clínica de niños cambió profundamente la concepción de la clínica en general.
Es fascinante y enriquecedor trabajar con niños, porque nos empuja una y otra vez a encuentros interdisciplinarios, tanto por razones puramente clínicas, como por la necesidad constante de revisar y actualizar nuestra conceptualización, obligando a todo dispositivo analítico a re-acomodarse, provocando una ruptura con tanta linealidad, interrogando el cuerpo teórico establecido y excesivamente estabilizado.
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